Se asombraron al mirar
a aquel hombre silencioso,
triste, pálido, ojeroso,
de torpe y pesado andar.
El los miró de reojo
y se asombró de su asombro.
los miró detrás del hombro,
como se mira a un despojo.
Pero siguió caminando,
por entre todos aquellos,
agonizantes destellos,
cadáveres murmurando.
Pensaba serenamente:
Es curioso el observar,
lo que mas veo abundar,
son la tristeza inminente.
En todo lo cotidiano,
mencionan la mala suerte,
las agonías, la muerte,
la tristeza del humano.
Su rostro nada decía,
miraba los edificios,
llenos de excesos y vicios,
las luces, la sincronía.
Y los centros comerciales,
y las luces fluorescentes,
las pantallas y las fuentes,
las cosas superficiales...
Problemas de ayer y de hoy,
también los jóvenes de hoy,
y también los viejos de hoy,
y también los muertos de hoy...
y subió hasta la colina
y se acostó a descansar,
y sin dejar de pensar,
en aquella pobre ruina.
Con el amargo sabor
de la ciudad de oropel,
triste ciudad de papel,
para su alma gran dolor.
Pero al levantar la vista,
un extraño y absurdo arco iris
se reflejó exacto en su iris,
como hecho por un artista...
Carlos Mauricio ©
